Esa cosa mágica que son los reencuentros nos trajo dos libros de una quilmeña que hace años vive en La Plata, y por esa cosa misteriosa del 'mal del sauce' (que nos caracteriza) se acercó a la Feria del Libro de Berazategui en el espacio dedicado a la presentación del libro de Los Quilmeros. Entre recuerdos y ancestros con los que convivimos en el barrio La Colonia y en esa esquina de San Luis y Manuel Quintana revivimos la historia hasta el punto de ficcionar otra, la de la memoria selectiva, que se adorna con emociones y afectos entrañables, hechos y personajes que intervinieron involuntariamente, por cierto, en el diseño de una personalidad. Y convocamos nombres, lugares, imágenes imborrables que prevalecen nítidas aún el tiempo transcurrido... sin añoranzas vanas ni melancolías estáticas, sino con la alegría fresca de poder revivirlas.
Alicia Paroni nació en 1962. Se crió en
Quilmes donde muy temprano comenzó a publicar sus ficciones en periódicos
locales, La
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Alicia Paroni (Foto:
Leandro de Martinelli)
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escritura como oficio y la psiquiatría y el psicoanálisis como procesión
fueron los mojones de una ruta que, en La Plata, ciudad en la que reside, puede
seguirse a través de artículos críticos publicados en La Peste y los diarios
más representativos de la ciudad. Desde hace varios años dicta talleres de
escritura.
Escribe una literatura a la vez íntima y
social (a la manera de Adorno, por la negativa). Entretenida pero ominosa.
Como el vaso comprado frente a la
basílica de Luján, algo hay en el fondo, sin embargo la imagen no es tan clara
como la de la virgen. La mayor parte de los cuentos de El éxodo mecánico fueron
ganadores en distintos concursos literarios y convocatorias como el Manuel
Mujipa Láinez, de San isidro, o el de La Comuna Ediciones, de La Plata. Su
primara novela "El Masculinario-cocina de autor" (2007) como "El éxodo mecánico y otros cuentos" (2016) fueron editados por Corregidor.
Sobre "El masculinario - cocina de autor" devela Gabriel Báñez:
Hay un modo indolente de leer El Masculinario y es dejarse tentar por
las formas de este proyecto gastronómico que involucra a un grupo de mujeres
desde lo emocional, lo sentimental, hasta lo orgánico. El otro modo de lectura,
acaso indolente también, es prestarse al juego inteligente de la autora a
través de las claves que nos ofrece en las cartas de una cocina donde - entre
aromas, especias y sabores -, nos presenta el plato terminado de una condición:
la femenina. Alicia Paroni ha elaborado un revulsivo y suculento texto de autor
en El Masculinario (suerte Culinario
pero Más; inversión del goce y boutade sobre la masculinidad), relato que
funciona en un local con pocas mesas, restó o bar lounge, donde, entre platos
cargados de ironía y recetas rescatadas de una genuina tradición familiar, se
suceden personajes e historias de comensales que recrean tanto la noción de
identidad de la mujer como el sarcasmo, el humor más negro y cruel y también la
satisfacción del placer cumplido.
El arte de la escritura se parece
demasiado al arte gourmet y la narradora lo maneja a la perfección, en un ars
combinatoria donde sexo y comida establecen alianza con aquel componente único
que hiciera las delicias del recordado Banquete
de la Condesa Kotlubaj, de Witold Gombrowicz. ¿Ceremonia ritual o placer
escatológico? Es cuestión de degustar.
Este texto provocador e incitante de
Alicia Paroni difícilmente pueda repetirse. Por sus ingredientes, es plato
único. Gabriel Báñez
Sobre "El éxodo mecánico y otros cuentos", suma Carlos Ríos en la contratapa:
“Nada más fascinante
que la transformación de la materia en el momento que está ocurriendo; ser
espectador del Big Bang nuestro de cada día”, afirma un personaje de este libro. Si
tal aserción habilitara una poética, la misma consistiría en la detección de
tales emplazamientos. Con lirismo punzante, Alicia Paroni se apega a esta consigna
para desatar una literatura librada a su eficacia. En dicha configuración resuena,
por lo menos, el eco de una tragedia doméstica; implacables las palabras se hunden
en el síntoma.
El éxodo mecánico es un parque temático
cuyos personajes - la niña-ave, la ausente de la fotografía, el administrador
de víveres, un traductor al sistema Braille y la mujer-letra, entre otros –
comparten una excepcionalidad y las contiendas que pretenden, sino abolirla,
contener sus desfasajes. Tales criaturas
son el centro dislocado de un esquema en quebramiento; desde la concisión
agazapada de la escritura presenciamos el estallido de sus sensaciones.
Como si cada palabra hubiese sido
concebida menos para acercarnos la mundo que para desnaturalizarlo en la
oscuridad de su impermanencia – y en este punto regresamos a la transfiguración
de la materia -, la obstinación experimental de estos relatos nos convocan a
ser testigos de las transformaciones que ocurren siempre un poco más acá de los
signos del mundo y un poco más allá de la literatura. Carlos Ríos.
El primero con una hermosa tapa (porque los libros comienzan en las tapas) de Roberto Consolo y el segundo con tapa sugerente de Demián Garnero.
Dos libros que se suman a la Librería de Autores Quilemeños de la Biblioteca Popular Pedro Goyena al alcance de todo.
Chalo Agnelli
Quilmes, 16/10/2016