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viernes, 29 de enero de 2021

LOS VEINTICINCO OMBÚES – GUILLERMO ENRIQUE HUDSON 1848/1922

 

Chalo Agnelli

Esta reserva se encuentra en la provincia de Buenos Aires. Desde 1929, don Fernando Pozzo,[1] pediatra entrerriano, afincado en Quilmes, donde llegó a ser comisionado municipal en 1940, fue quien descubre en 1929, el solar natal de Guillermo Enrique Hudson, “Los veinticinco ombúes”, y forma una comisión de amigos, con los cuales se dedica al rescate de la estanzuela.[2] El Dr. Pozzo y su esposa Celia Rodríguez Compmartin,[3] fueron estudiosos y traductores de la obra de Hudson, además de promotores de la cultura y la historia de lo que fue el Antiguo Pago de La Magdalena con la creación en 1940, entre otras cosas, de la Junta de Estudios Históricos de Quilmes.

El embajador del Japón y presidente de la Asociación Hudsoniana de Tokio Masao Tsuda[4] se indignó al saber que la casa de “Los veinticinco ombúes”, estaba en total abandono y se había convertido en una tapera con intrusos y corría el riesgo de desaparecer. Denunció el hecho en una Carta de Lectores, en el diario La Nación. Advertido el entonces gobernador Oscar Alende lo llamó y comenzó a revertirse el proceso, que llegaría a feliz término con la gestión de imperecedera Violeta Shinya.

La Asociación Hudsoniana de Tokio se había creado en Japón cuando surgió el interés en profundizar la lengua inglesa en las escuelas, pero sin perder la esencia de sus costumbres y la obra de Hudson era la respuesta, porque sus 24 libros manifiestas el primordial amor a la Naturaleza propio de la cultura japonesa. Y así el primer escritor y naturalista nacido en Quilmes hasta hoy en día es leído y reconocido por todos en Japón.

Entre tanto, en 1949, el vizconde Davidson y su hermana, descendientes de John Davidson primer intendente de Florencio Varela, cuando se crea el partido en 1891, donan unas 4 hectáreas para ser destinadas a museo y parque evocativo.[5] El gobierno de la provincia de Buenos Aires las acepta mediante el Decreto Nº 3.061.

Masao Tsuda, autor de “Las huellas de Guillermo Enrique Hudson”,[6] junto a la Asociación Amigos de Hudson de Argentina y a Violeta Shinya, sobrina nieta del escritor y naturalista, realizan activas gestiones para tomar el control de la propiedad.

Recién en 1957 la provincia de Buenos Aires crea el Museo y Parque Evocativo Guillermo Enrique Hudson por Decreto N° 7.641 con dependencia de la Dirección de Museos, Reservas e Investigaciones Culturales. [7]

En 1980, se cambia el nombre por el de Parque Ecológico-Cultural Guillermo Enrique Hudson.

A partir de 1991, el embajador japonés, Yoshio Fujimoto, logró que varias empresas de Japón y de la Asociación de Amigos y Lectores de Guillermo E. Hudson de ese país donaran fondos para ampliar la reserva a las 50 actuales. Se inicia la ampliación de tierras del museo en dirección al arroyo Conchitas. El aporte más importante fue el de la Fundación Suntory defensora tenaz del medio ambiente.[8]

En 1996 se obtienen donaciones de organismos internacionales de Japón y de la Fundación Lloyds Bank. Colaboraron además muchos otros actores sociales de Florencio Varela, Quilmes y Berazategui.

Esta institución cuenta actualmente con un museo, una biblioteca general y otra especializada, esta última con un archivo documental. Se realizan también visitas guiadas.

"El pájaro y el árbol conocieron la pureza de tu espíritu" Granito tallado por César Bustillo

Investigación y compilación Prof. Chalo Agnelli

Hudsoniano 2012-2021

FUENTES

De Dios, Horacio. (2006) “Japoneses en la Argentina y una gran lección de vida”. La Nación, 12 de febrero de 2006. horaciodedios@fibertel.com.ar

NOTAS REFERENTES A HUDSON PUBLICADAS EN EL BLOG 

EL QUILMERO EN LA GOYENA

Ø  lunes, 29 de julio de 2013, "GUILLERMO ENRIQUE HUDSON, HIJO DILECTO DE QUILMES" DE VIOLETA G. SHINYA

Ø  miércoles, 30 de octubre de 2013, "ANTOLOGÍA DE HUDSON CON ESTUDIOS CRÍTICOS DE BORGES Y OTROS"

Ø  domingo, 3 de noviembre de 2013, "BUSCANDO A HUDSON ENTRE LOS PÁJAROS DE LONDRES"

Ø  martes, 12 de noviembre de 2013, “LAS HUELLAS DE GUILLERMO ENRIQUE HUDSON” DE MASAO TSUDA

Ø  domingo, 1 de diciembre de 2013, GUILLERMO ENRIQUE HUDSON Y “AQUÍ CERCA Y NO HACE MUCHO”

Ø  miércoles, 4 de diciembre de 2013, FERNANDO POZZO Y EL "DESCUBRIMIENTO" DE HUDSON POR JUAN CARLOS LOMBÁN

Ø  jueves, 17 de abril de 2014, HUDSON LA PAMPA LA ESCRIBIÓ DE MEMORIA... (COLABORACIÓN)

Ø  viernes, 6 de febrero de 2015, LOMBÁN - HUDSON, EL LEGADO MERECIDO, UN LIBRO, UN HOMENAJE - 20 DE FEBRERO DE 2015

Ø  jueves, 6 de agosto de 2015, EL REGRESO EN LA OBRA DE G. E. HUDSON (COLABORACIÓN)

Ø  miércoles, 27 de julio de 2016, GUILLERMO ENRIQUE HUDSON, ADQUIERA SU OBRA EN EL BAZAR DE LA GOYENA

Ø  sábado, 16 de septiembre de 2017, NUEVAS "PALABRAS CON HISTORIA"

Ø  martes, 26 de enero de 2021, “HUDSON A CABALLO” DE LUIS FRANCO

Ø  viernes, 29 de enero de 2021, "RIQUELME" EN LA LITERATURA ARGENTINA POR JUAN SASTURAIN

NOTAS


[1] Ver en el Blog EL QUILMERO del miércoles, 10 de marzo de 2010, “Dr. Fernando Pozzo y la historia en Quilmes”

[2] Ver en EL QUILMEROS del viernes, 10 de abril de 2020, “La casa de Hudson ayer– Clarín, 12/1/1959”

[3] Ver en EL QUILMEROS del lunes, 29 de julio de 2013, “Celia Rodríguez Compmartín de Pozzo, traductora de Hudson”

[4] Ver en EL QUILMEROS del jueves, 27 de junio de 2019. "Guillermo Enrique Hudson en la pasión de Masao Tsuda" por Aurora Venturini”

[5] “Varela al día” (diario varelense)4 de Agosto, nacimiento de Guillermo Hudson 14/02/2012  http://varelaaldia.com.ar/

[6] Ver en EL QUILMEROS del martes, 18 de agosto de 2020, “Las Huellas de Guillermo Enrique Hudson” de Masao Tsuda”

[7] Ver en el Blog EL QUILMERO del viernes, 5 de mayo de 2017, "A 60 años de la creación del Museo Parque Evocativo Guillermo Enrique Hudson y el 50° aniversario de su apertura"

[8] El edificio principal de la Fundación Suntory está frente a la bahía de Osaka en Japón, es comparable al Museo Guggenheim en Bilbao. Lo construyó Tadao Ando, que lo mismo que Hudson es un autodidacto. Nunca fue a la Universidad, aunque ganó el Premio Pritzker, equivalente al Nobel de Arquitectura. Hudson se formó entre los animales, Ando lo hizo viendo templos en su propio país y luego viajando por Europa, África, Estados Unidos. Dos de sus diseños más bellos son el Templo del Agua y la Iglesia de la Luz.

 

"RIQUELME" EN LA LITERATURA ARGENTINA POR JUAN SASTURAIN

 

No es la primera vez que Riquelme ocupa tanto espacio y tanto tiempo en la prensa gráfica, oral y televisiva. Ni va a ser la última. Como el genial Droopy del no menos genial Tex Avery,[1] aparece en todas partes, se multiplica. No es tan frecuente, en cambio, que Riquelme transite por los pasillos de nuestra literatura. Uno secretamente aspira a que un texto como Lo pisado, pasado, que escribimos alguna vez ante la inminencia de su partida al exterior, sobreviva aunque sea en la memoria de unos pocos futboleros romanistas y en los márgenes del corpus literario. Pero no es seguro, para nada.

Sin embargo, rebuscando – aunque no mucho y de memoria – en la infinidad de relatos que saturan los estantes de cualquier biblioteca de narrativa argentina, se encuentran pruebas (aunque pocas) contundentes de que (el apellido) Riquelme ha dejado huella, marca, pisada importante en nuestra narrativa. Y es, como no podía ser de otra manera, una marca rara, extraña.

Por ejemplo, no resulta novedad para los estudiosos y frecuentadores de nuestra mejor ficción que “Marta Riquelme” es un caso singular. Sobre todo porque se han escrito dos cuentos con ese nombre/título, muy diferentes entre sí, pero emparentados en origen.

 EL PRIMER “MARTA RIQUELME” es uno de los cuatro que componen el volumen “El ombú y otros cuentos” (1904), publicado por William Henry Hudson en inglés y traducido luego al castellano, como toda la obra que el hijo de yanquis criado en Quilmes escribió sobre sus experiencias argentinas una vez emigrado y radicado en Inglaterra, donde murió viejito y sin volver jamás. El cuento del autor de “Allá lejos y hace tiempo” es una de las tantas lúgubres versiones de la leyenda norteña del kakué (o kakuy o cacuí), el pájaro nocturno de canto lastimero y a menudo aterrador, que se supone metamorfosis de una mujer desgraciada en queja sempiterna. En el relato de Hudson, ambientado en Yavi (Jujuy) durante la época de Rosas y narrado por Sepúlveda, un joven y perturbado jesuita cordobés, la mujer devenida (en su presencia) chirriante pajarraco tenebroso es la joven, bella y agra/desgraciada Marta Riquelme, y el cuento, su historia de terribles sinsabores, que incluyen el abandono, la cautividad, la violación, la acusación de brujería. Da miedo y lástima, como debe ser.

CASI MEDIO SIGLO DESPUÉS, el habitual ensayista y ocasional narrador Ezequiel Martínez Estrada escribió otro notable relato, casi una nouvelle, con el mismo nombre/título, pero que en apariencia nada tiene que ver con aquél. Publicado en un volumen de 1951 junto a otro cuento, “Examen sin conciencia”, fue reeditado como Marta Riquelme, a secas, en 1956. Cabe aclarar que el autor del clásico “Radiografía de la pampa” había escrito en los años ’40 un libro entrañable, El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson, en el que pasaba revista a vida y obra del autor, y conocía muy bien toda su producción. Así, la filiación entre ambos textos puede encontrarse no en el argumento sino en dos o tres alusiones y referencias indirectas a la fuente que aparece a lo largo del relato.

EL MARTA RIQUELME DE MARTÍNEZ ESTRADA es un cuento original y complejo, que la crítica actual ha revalorizado por la atención que pone en la materia textual, el objeto mismo de la actividad literaria: la escritura. El relato se presenta como el prólogo y la introducción explicativa a las inabarcables Memorias manuscritas de Marta Riquelme (casi dos mil páginas de dificultosa lectura, improbable ordenamiento y dudosa decodificación) escritas en la década del ’30, entre sus doce y veinte años. El cuento/prólogo narra las vicisitudes del inmenso manuscrito, las peripecias del prologuista (que se identifica con el mismo Martínez Estrada) y hace múltiples referencias a su enigmático, desordenado y a menudo escabroso contenido. Las Memorias – que nunca conoceremos, claro – cuentan los avatares inverificables de generaciones de una familia proliferante, de un pueblo (Bolívar) sin fin, y de una casa con un árbol central (el magnolio) que alberga personajes, situaciones e historias de equívoca perversión de las que la doncella y escriba deja testimonio.

NO HAN FALTADO, para esta original Marta Riquelme de Martínez Estrada lecturas críticas que hacen llegar su influencia y resonancia formal hasta algunos clásicos de la narrativa latinoamericana de los ’60, como “Rayuela” y “Cien años de soledad”. Nada menos. Sin embargo, el personaje literario (de apellido) Riquelme tal vez menos famoso pero acaso más interesante de la literatura argentina es otro. Y también protagoniza un cuento en el que hace de muerto, de asesinado. Vale la pena recordarlo.

Como ya hemos contado alguna vez, en abril de 1953 el joven Rodolfo Walsh publicó en la colección Evasión de Editorial Hachette la antología “Diez cuentos policiales argentinos”, primera del género en el país. Allí, junto a Borges, Bioy, Peyrou, Jerónimo del Rey – seudónimo que ocultaba al cura Castellani –, el propio Walsh y otros menos conocidos cultores del policial aparecía Facundo Marull, cuyo relato elegido, “Una bala para Riquelme”, había ganado el concurso de la revista Vea y Lea dos años atrás.

MARULL – poeta y rosarino, por lo que sabemos – no ha dejado mucha obra dentro del género, pero su ingenioso relato –breve, barrial y barroco– no es de los que se olvidan: tiene originalidad, clima y estilo. Aquel literalmente pesado Riquelme del cuento es muerto en el café tras muchos disparos y aparatoso desparramo. Hay varios candidatos pero, como siempre en estos casos y en este tipo de historias, hay alguien, uno que disparó. Y determinarlo es fundamental: quién mató a aquel Riquelme.

Futbolero, hincha de Boca, amante del juego más hermoso, pertenezco al club de los admiradores (casi) incondicionales de este Riquelme, Román, modelo de jugador en todos los sentidos y rara avis de una especie de personajes genuinos en vías de extinción: los que no transan, los que no se agachan, los que viven y acaso mueran con la suya, que es la nuestra. No sé cómo terminará finalmente la historieta que satura las páginas y las pantallas. No importa, aunque quisiera verlo jugar siempre con la diez y en la Bombonera. Pero sin duda que, sea como fuere, me gusta – neurótico, ciclotímico, oscuro en su transparencia – el hecho de que no cambie el discurso, que no se baje los lienzos, que no les regale nada a las diferentes formas o modulaciones del Poder (de los medios y su puterío interesado, de los dirigentes-dueños y sus intereses, de la AFA & Asoc. con la Selección incluida) y que siempre ponga el eje (de la discusión, del juego) en el lugar correcto.

La literatura argentina – y acaso la Argentina a secas – necesitan personajes como éste.

JUAN SASTURAIN

PÁGINA 12 - Lunes, 26 de julio de 2010

NOTA

[1] Tex Avery (1908-1980) fue un dibujante y director estadounidense, creador de los dibujos animados: McLobo, la Ardilla Loca, Porky, Bugs Bunny, Droopy, etc. Su influencia se extiende a casi todos los estudios desde los años 40 y 50 hasta la actualidad.