Por Gregorio A. Caro Figueroa
Aunque fue una de las preocupaciones centrales de Sarmiento,
inseparable de su interés por la educación común, el tema de las bibliotecas públicas o populares, ocupa
un discreto lugar en el conjunto de su obra escrita. Bajo ese título específico
se dedican a ella sólo 129 de las 400 páginas del tomo XXX de sus Obras
Completas, editado en 1899.
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El republicanismo de Sarmiento está atravesado por el espíritu
de asociación que Tocqueville ponderó como clave de la vida norteamericana. Si
en las sociedades aristocráticas los poderosos no necesitan unirse para actuar
porque solos son fuertes, en las
democráticas "todos los ciudadanos son
independientes y débiles (...) Todos caen, pues, en la impotencia, si no
aprenden a ayudarse libremente", anotaba el autor de "La
democracia en América". Sarmiento, casi instantáneamente con
Tocqueville, explicaba en Chile la necesidad de formar "sociedades
para fomentar la lectura de libros útiles, la difusión de los diarios entre los
ciudadanos y la instrucción primaria en todas las clases de la sociedad".
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Primer dato: el interés de Sarmiento por las bibliotecas populares es contemporáneo del que alcanzaba su despliegue en Estados Unidos y comenzaba a insinuarse en algunos países europeos. Según Hipólito Escolar, las bibliotecas públicas aparecen en los países anglosajones a mediados del Siglo XIX, coincidiendo con el ascenso de la clase media y obrera, la expansión de la escuela pública, el correlativo aumento del número de lectores y el abaratamiento de la impresión de libros.
En 1845, el gobierno de Chile estableció "Bibliotecas
populares en las escuelas", a instancias de Sarmiento. Más, "nadie
leyó los libros", por lo cual aquella experiencia fracasó, según
admitió él mismo treinta y tantos años después.
Segundo dato: por intuición y
conocimiento de las experiencias que se venían realizando desde 1837 en
Massachussets, Sarmiento vincula educación común con biblioteca pública, y
coloca a ambas como fundamento de la civilización, del progreso y del bienestar
de los pueblos. Escuela y biblioteca son "el alfa y el omega del sistema".
En "Vida de Dominguito" (1886) será más contundente: "La
civilización de la América del Sur está ahí, en ligar la escuela con el libro. Las
bibliotecas locales son la consecuencia forzosa de la expansión de la escuela
pública. Pero no son hijas, sino causa y fin de ellas", explica.
Es parte del sistema de instrucción pública y del organismo social "como la escuela obligatoria y gratuita". De lo cual no se desprende que esas bibliotecas sean un mero apéndice o un complemento. Son, por el contrario, "el agente más poderoso de la difusión de los conocimientos útiles". Ambas se implican mutuamente. "Los libros piden escuelas, las escuelas piden libros" […] "Nada se aprende sino leyendo". Recién años después que Sarmiento, Jules Ferry enunciará en Francia lo que Anne-Marie Chartier llama "el credo republicano que recorre todo el siglo y que une en mismo proyecto de instrucción y de liberación la biblioteca pública y la escuela pública. […] "se puede hacer todo por la escuela, por el liceo o la universidad, pero si después no hay bibliotecas, no se habrá hecho nada".
Es parte del sistema de instrucción pública y del organismo social "como la escuela obligatoria y gratuita". De lo cual no se desprende que esas bibliotecas sean un mero apéndice o un complemento. Son, por el contrario, "el agente más poderoso de la difusión de los conocimientos útiles". Ambas se implican mutuamente. "Los libros piden escuelas, las escuelas piden libros" […] "Nada se aprende sino leyendo". Recién años después que Sarmiento, Jules Ferry enunciará en Francia lo que Anne-Marie Chartier llama "el credo republicano que recorre todo el siglo y que une en mismo proyecto de instrucción y de liberación la biblioteca pública y la escuela pública. […] "se puede hacer todo por la escuela, por el liceo o la universidad, pero si después no hay bibliotecas, no se habrá hecho nada".
LEER ES UN DERECHO
Tercer dato: para
Sarmiento "leer es un derecho", pero en América Latina a
mediados del siglo XIX es, como tantos, un derecho negado. El tránsito del
súbdito al ciudadano está estrechamente ligado al paso del analfabeto al
lector. Pero no al lector que se obliga a leer determinados textos y se le
prohíben otros, sino al lector que escoge libremente lo que desee leer: "al
niño grande no se le puede obligar a leer".
Cuarto dato: la escuela pública
instruye pero no
educa, enseña a leer pero no crea el gusto por la lectura, ni
garantiza que el saber leer genere el hábito y el placer por la lectura. Falta
mucho aún para que los pueblos de América Latina se asemejen al norteamericano
que "lee para vivir, porque leer es parte de la vida": se debe
enseñar a leer no sólo para memorizar sino para aprender a pensar. La
biblioteca popular pone "en actividad la inteligencia por medio de la
lectura". De este modo se opera una revolución silenciosa. El
hombre que lee es un hombre que puede ser libre.
Quinto dato: la biblioteca pública o
popular nace de una necesidad creada y debe dotarla de los medios para
satisfacerla. En Estados Unidos y Europa esas bibliotecas nacen al lado de la
escuela "y tomando todas las formas, suben desde la aldea hasta el
capitolio". Pero no nacen espontáneamente de la sucesión de ideas,
sino del vínculo asociativo.
Sexto dato: las bibliotecas públicas
surgen de una voluntad asociacionista ciudadana que puede recibir apoyos de un
gobierno pero que no se confunde ni se subordina a él. La iniciativa social no
suprime el apoyo gubernamental, pero éste tampoco de suplir o eliminar a
aquella energía social. Como explica Escolar: "El movimiento bibliotecario nació
de abajo a arriba, con un sentido verdaderamente democrático",
especialmente en los Estados Unidos. El espíritu de asociación se ve malversado
cuando la biblioteca popular pierde su autonomía en manos del Estado y pierde
su espíritu pluralista y tolerante por obra de los dogmatismos religiosos o
sectarismos políticos. "Rara vez vine, ni me entrometí en el
régimen de una ni de otra biblioteca, pues cada una de ellas estaba confiada a
sus funcionarios respectivos", dice el 20 de julio de 1883 en una
conferencia sobre "Lectura en las Bibliotecas Populares",
en la sociedad Rivadavia, asociación que apoyaba a la biblioteca del municipio
porteño.
Recuerda José Isaacson que, en marzo de 1886, en carta a Mary Mann, antes de definirse como político, Sarmiento prefiere caracterizarse como un constructor de la República. Aludiendo al recrudecimiento de su probable candidatura presidencial, Sarmiento añade a Mary Mann: "Siempre aparecerá como un signo consolador este nombramiento de un ausente que ofrece enseñar a leer". Razón, pues, asiste a Lugones cuando observa: "De ver a los montoneros fanatizados por el mismo caudillaje que explotaba su miserable condición, y en ciertos mocetones de San Francisco del Monte, lozanos y analfabetos, vínole la idea de enseñar a leer".
No sólo el desierto; el aislamiento también explicaba la barbarie que echa raíces allí donde el libro no se conoce o se prohíbe y donde no se lee o se estimula la lectura o donde, como durante el régimen colonial español y la dictadura de Rosas, sólo se permiten devocionarios, panegíricos de los santos patronos o los mensajes del propio dictador bajo cuyo dominio las bibliotecas conocieron una "quietud sepulcral". En vano se buscarán libros con conocimientos científicos o información práctica y útil. "Todo libro desconocido lo único que debiera prohibirse es la barbarie, añade en "Bibliotecas Populares". Las bibliotecas no tienen recursos. "¡La generalidad de nuestros gobiernos es sorda de esa oreja! ¡A cuántas cosas más urgentes deben atender proveer de pólvora y balas a los ejércitos!".
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Recuerda José Isaacson que, en marzo de 1886, en carta a Mary Mann, antes de definirse como político, Sarmiento prefiere caracterizarse como un constructor de la República. Aludiendo al recrudecimiento de su probable candidatura presidencial, Sarmiento añade a Mary Mann: "Siempre aparecerá como un signo consolador este nombramiento de un ausente que ofrece enseñar a leer". Razón, pues, asiste a Lugones cuando observa: "De ver a los montoneros fanatizados por el mismo caudillaje que explotaba su miserable condición, y en ciertos mocetones de San Francisco del Monte, lozanos y analfabetos, vínole la idea de enseñar a leer".
No sólo el desierto; el aislamiento también explicaba la barbarie que echa raíces allí donde el libro no se conoce o se prohíbe y donde no se lee o se estimula la lectura o donde, como durante el régimen colonial español y la dictadura de Rosas, sólo se permiten devocionarios, panegíricos de los santos patronos o los mensajes del propio dictador bajo cuyo dominio las bibliotecas conocieron una "quietud sepulcral". En vano se buscarán libros con conocimientos científicos o información práctica y útil. "Todo libro desconocido lo único que debiera prohibirse es la barbarie, añade en "Bibliotecas Populares". Las bibliotecas no tienen recursos. "¡La generalidad de nuestros gobiernos es sorda de esa oreja! ¡A cuántas cosas más urgentes deben atender proveer de pólvora y balas a los ejércitos!".
NADIE LEE EN PROVINCIA"
"Nadie lee en aldea o provincia", anota Sarmiento en 1883, pese al impulso dado durante su gobierno a la formación de bibliotecas populares. En la mayoría de esos pueblos "no hay qué leer ni para qué leer". Años atrás había recordado sus años juveniles en aquella San Juan que era, como el país todo, un páramo cultural. "Viví en mi provincia en época en que sólo seis personas teníamos hábitos de leer, pudiera nombrarlas. He residido en un país de ciento ochenta mil almas en el que mujer alguna leía en un año una hoja de papel. Esa era la América de entonces, y ya sabemos hasta dónde ha dejado de serlo (...)". Luego añade: "saber leer antes de casarse es mirada como habilidad extraordinaria en una mujer". El analfabetismo o la estrechez económica ¿deben ser obstáculos o impedimentos para abrir bibliotecas? La respuesta de Sarmiento al gran problema de la civilización consiste en resolver esta pregunta, "¿cómo pues, crear una secreta y constante hambre y sed de saber?".
Hasta el impulso dado a partir de 1868, la biblioteca popular había sido "un fantasmón, que no dejaba acercarse a nadie para reconocerlo inerte, insubstancial y vetusto". Las poquísimas bibliotecas existentes realimentaron el atraso general porque fueron encorsetadas por "trabas, prescripciones y exigencias (...)”. Aquel fuerte envión se frustró por la desprotección y supresión de las partidas presupuestarias de ayuda a mediados de la década de 1870.
Entonces deploró que las bibliotecas populares quedaran a merced de los recortes presupuestarios y al cambiante humor de los gobernantes: "cuando el país cambia de presidente, cambia de opinión". Aquellas bibliotecas murieron "en su cuna, porque su nodriza, la Patria, había vuelto a las andadas". Muchas bibliotecas no murieron de muerte natural "sino de la lepra de Santiago que es la dilapidación ejecutada por los pocos bárbaros que visten levita". Hacia 1884 piensa que la tarea es resucitar aquellas bibliotecas que mató el abandono. Una y otra vez insistirá en demostrar "cuan grande asunto es el de la fundación de la bibliotecas".
UNA BIBLIOTECA NO DEBE SER UN MUSEO
Sarmiento distingue la biblioteca para eruditos más parecida a un museo que a un centro de información actualizada, de la biblioteca popular. Si compara a aquella a un sereno estanque, asemeja a ésta a un río en continuo movimiento. Una biblioteca no puede petrificarse junto a los libros que conserva. "Los libros pasan con las ideas que contienen", afirma. En "Educar al Soberano" sintetiza sus ideas al respecto. "Es preciso, urgente, tener bibliotecas públicas, al alcance de todos, y con los libros modernos y lecturas corrientes (...)." Una biblioteca "no vale tanto por lo que posee, sino que debe mantener vivo el interés, adquiriendo lo que no tiene".
Sarmiento distingue la biblioteca para eruditos más parecida a un museo que a un centro de información actualizada, de la biblioteca popular. Si compara a aquella a un sereno estanque, asemeja a ésta a un río en continuo movimiento. Una biblioteca no puede petrificarse junto a los libros que conserva. "Los libros pasan con las ideas que contienen", afirma. En "Educar al Soberano" sintetiza sus ideas al respecto. "Es preciso, urgente, tener bibliotecas públicas, al alcance de todos, y con los libros modernos y lecturas corrientes (...)." Una biblioteca "no vale tanto por lo que posee, sino que debe mantener vivo el interés, adquiriendo lo que no tiene".
Una biblioteca que no se actualiza incorporando novedades,
deja de ser una biblioteca para convertirse en un museo. Una biblioteca debe
tener los diarios del día, las novelas recientes, los libros útiles y también
los amenos. Debe ser capaz de
informar, instruir y divertir. "El
primer error que suele cometerse al establecer una biblioteca pública, es
elegir libros demasiado serios, de profundo saber. Es ocioso colectar libros
para que el pueblo lea y después quejarse de que no lee". Es un
error excluir de esas bibliotecas los llamados "libros frivolos". Lo
primero que debe tener una biblioteca son periódicos y novelas. Otro tipo de
lecturas vendrán por añadidura.Si las bibliotecas son almacenes del saber, ellas no pueden administrarse con negligencia pues, se convertirían en depósitos inertes acumulando capital muerto. Una biblioteca "es casi inútil, si no es comprensiva de la mayor parte de los libros de nuestra época, sin excluir a los clásicos de las pasadas". Una biblioteca popular debe permitir que su lector "esté en actitud de comprender el país en que nace, el mundo en que vive y la época que le sirve de horizonte". Si no se les infunde nueva vida, incorporando nuevos libros, una biblioteca languidece y muere. "Las bibliotecas necesitan nervios y no pulpa, carnes vivas y no mortecinas". Una y otra vez insiste en la necesidad de ofrecer conocimientos actualizados y útiles.
Si se quiere dejar atrás los usos rudimentarios de labrar la tierra, incorporando maquinaria agrícola, hay que leer. "Para introducir otro arado que el rejón informe que nos legaron los romanos, es preciso mover la inteligencia de los que han de manejarlo, preciso es que antes de usarlo se convenzan de su utilidad y aún antes sepan que existen en alguna parte mejores y más productivos métodos de labranza". No es posible incorporar los beneficios del progreso si no se enseña a leer y se lee. El otro gran problema es el raquitismo o la inexistencia de una industria editorial que edite obras en castellano: no hay libros de actualidad en castellano, estamos a oscuras de las transformaciones de las ideas y nociones aceptadas que han sufrido en éstos últimos años (...)". Con esos libros no puede civilizarse ningún país. GERENCIAR LAS BIBLIOTECAS
Anticipándose a los modernos criterios de gerenciamiento sostiene: "El secreto está en darles desde el principio el carácter de un negocio, como cualquier otro". En septiembre de 1877 escribe: "Muchas veces se descuida este punto, como ajeno a instituciones literarias y de educación; pero es un error que los hombres que han visto desde adentro las grandes instituciones de caridad, reconocen, sabiendo muy bien que ni la fe ni las obras, según el sentido religioso de estas palabras, o el patriotismo ni el saber salvan, sin llevar cuentas arregladas, tener horas fijas y una eficaz inspección".
Imaginando a Buenos Aires gran ciudad futura, y con ella una
gran biblioteca pública, explica que su manejo será una "cuestión
puramente de administración". El teléfono permitirá que la
biblioteca esté cerca de la casa "de todo el mundo". Diez o
veinte carros repartirán y recogerán todos los días los préstamos a domicilio
de esa mercadería especial que son los libros. Pero una biblioteca no es un
depósito de libros ni se hace sólo de su acumulación desordenada. Sarmiento
habla del bibliotecario, quien la ordena, le proporciona sentido y le otorga
utilidad. "¡Libros, libros, libros! Pero libros adecuados, distribuidos
metódicamente (...)". Ya entonces comprendió cabalmente que, como
se dice ahora, ser bibliotecario "consiste en ejercer una actividad encaminada
a que una biblioteca sea una biblioteca".
La mirada abarcadora de Sarmiento apuntó a casi todos los aspectos que
hacen a una concepción moderna de las bibliotecas públicas: sus sistemas de
clasificación, sus edificios, sus métodos de conservación, sus reglamentos y
administración y la legislación que regiría su actividad protegiéndolas
mediante el otorgamiento de fondos públicos para su sostenimiento. Iniciada
hace casi 160 años su lucha por difundir la lectura, el libro y las bibliotecas
populares, cabe preguntarse si como el propio Sarmiento ambicionaba- nuestros
países han logrado incorporar definitivamente esas bibliotecas "a
nuestras costumbres sociales" o si, por el contrario, es aún largo
el camino por recorrer.
El desbordante genio de Sarmiento encontró en las bibliotecas públicas no sólo un objeto
en donde posar su caudalosa pasión, sino también donde aplicar su racional
vitalidad.
![]() | |
El intendente José Andrés López, inaugurando el nuevo edificio de la Biblioteca Pública Municipal Domingo Faustino Sarmiento de Quilmes, en la esquina de las calles Alem y Mitre. (1904) |
FUENTE
http://www.fundacioncultural.org/revista/nota1_36.html
Gregorio A. Caro Figueroa. Nació en Salta en 1946. Casado con Lucía Solís Tolosa,
profesora de filosofía e historiadora; tiene cuatro hijos y una nieta. Es
periodista desde 1963, e historiador. Se desempeñó en las redacciones de El Tribuno,
Norte, y Democracia de Salta, y en La Gaceta de Tucumán. Fue corresponsal en
Panorama, colaborador de Clarín desde Salta, corresponsal de El Tribuno en
Madrid. También fue columnista y editor del suplemento cultural dominical en
ese mismo periódico y enviado especial para la cobertura de acontecimientos
políticos internacionales en España y países latinoamericanos. Trabajó como
jefe de prensa de la Confederación Médica de la República Argentina. Fue
secretario de redacción de Todo es Historia desde 1988 a 1996, donde
actualmente es editorialista. Publicó
los libros Historia de la Gente Decente (Buenos Aires, 1970); El Noroeste
Argentino como Región (Salta, 1974); Viajeros al Tucumán en el siglo XVI
(Madrid, 1983); Los exilios argentinos (Buenos Aires, 1987) y Fanatismo en la
historiografía argentina (Buenos Aires, 1989). Es coautor de la Historia
Integral de la Argentina, con Félix Luna, (tomos III, IV, V y VI; Planeta,
Buenos Aires, 1995). Es autor asimismo de Salta-Argentina, dos tomos (Buenos
Aires, Manrique Zago ed., 1997), de NOA-Norte Grande: crónica de dos regiones
integradas, Buenos Aires, Embajada de Chile, 1999; y de Salta, Bibliotecas y
Archivos, Salta, Ediciones Los Tarcos, 2002. Coordinó el libro El Milagro de
Salta, Buenos Aires, Ediciones de Arte, 2003. Participó como expositor en congresos
iberoamericanos de periodismo científico y fue becario para proseguir estudios
de periodismo en Madrid (1976-1980), cursos que continuó en Buenos Aires
(1983-1990). Obtuvo el Primer Premio -diploma y medalla de oro- en el Concurso
Latinoamericano con motivo del Bicentenario del Nacimiento de Güemes (1985); el
Primer Premio de la Fundación El Libro por la mejor nota periodística sobre la
Feria del Libro de Buenos Aires (1988); el Premio Persona al "Periodista del
año" en Salta (1990). Dictó conferencias en Buenos Aires, Rosario, Santa
Rosa (La Pampa), Viedma y General Roca (Río Negro), Comodoro Rivadavia,
Corrientes, Tucumán y Salta. Desde marzo de 1996 y hasta junio de 2003 fue
Coordinador General de Bibliotecas y Archivos de la Provincia de Salta.
Actualmente el historiador salteño es vocal de la Comisión
Nacional Protectora de Bibliotecas Populares, CONABIP, y delegado del Fondo
Nacional de las Artes para la Provincia de Salta. Integró la conducción de la
Federación Universitaria del Norte (Tucumán, 1968-1969). En 1973 se desempeñó
como secretario privado del gobernador de Salta, doctor Miguel Ragone. Tras el
golpe militar de 1976 marchó al exilio y se radicó en Madrid, España. Fue
asesor en el Senado de la Nación en 1975-1976; 1984-1987 y en la Cámara de
Diputados de la Nación entre 1986-1987. Fue electo el 24 de agosto de 2002
Convencional Constituyente por Unidos por Salta. Fue candidato a Senador por el
Departamento de Cerrillos, por Unidos por Salta. http://www.portaldesalta.gov.ar/gori.htm
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