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sábado, 14 de septiembre de 2013

EDICIONES FACSIMILARES DEL MARTIN FIERRO PROLOGADAS POR JORGE LUIS BORGES

El 24 de agosto de 1899 nacía en Buenos Aires uno de los más brillantes escritores de la historia de la lengua hispana, Jorge Luis Borges.
Entre los anaqueles de la Biblioteca Popular Pedro Goyena hallamos dos libros que fundacionales de la literatura argentina "El gaucho Martín Fierro" y "La vuelta de Martín Fierro". Esto no se daría por novedoso - pues en ninguna biblioteca puede faltar estas obras - si no fuera una edición que prologó, en hoja aparte - Jorge Luis Borges siendo Director de la Biblioteca Nacional, en el período 1955-1973. Borges se inició en el quehacer bibliotecario en la Biblioteca Miguel Cané, de la que fue empleado desde 1937 a 1946. Las enciclopedias, los catálogos, las taxonomías, cautivaron su atención literaria.  Su etapa al frente del viejo edificio de la calle México fue percibida por él mismo como una simbólica sucesión de Groussac, uno de sus maestros, con el que compartió el cargo y la ceguera. La extensión temporal de su dirección de la Biblioteca Nacional coincidió con su desempeño como profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Buenos Aires.

"UNA de las condiciones indispensables para re­dactar un libro famoso, un libro que las genera­ciones futuras no se resignarán a dejar morir, puede ser el no proponérselo. El sentimiento de
responsabilidad puede trabar o detener las opera­ciones estéticas y un impulso ajeno a las artes, puede ser favorable. Se conjetura que Virgilio escribió su Eneida por mandato de Augusto; el capitán Miguel de Cervantes no buscaba otra cosa que una parodia de las novelas caballerescas; Shakespeare, que era empresario, componía o adaptaba piezas para sus cómicos, no para el exa­men de Coleridge o de Lessing. No muy diverso y no menos indescifrable habrá sido el caso del periodista federal José Hernández. El propósito que lo movió a escribir el Martín Fierro tiene que haber sido, al comienzo, menos estético que polí­tico. Lugones, en “El payador” ha reconstruido verosímilmente la escena; evoca nuestro Hernández improvisando, entre sus bártulos de conspirador, en un hotel que daba a la Plaza de Mayo, las desventuras de su gaucho. Acaso recurrió al verso octosílabo para llegar al pueblo y a sus guitarras; el ejemplo de Hidalgo y de Ascasubi tiene que haber influido en él. Para los fines del panfleto rimado que se proponía escribir, convenía que el héroe fuera de algún modo todos los gauchos o cualquier gaucho. Martín Fierro, al principio, carece de rasgos diferenciales. Es impersonal y genérico y se lamenta mucho, para que los oyentes más distraídos comprendan que el Ministerio de la Guerra lo ha maltratado con inicuo rigor. La ejecución de la obra seguía el camino previsto, pero gradualmente se produjo una cosa mágica o por lo menos misteriosa: Fierro se impuso a Hernández. En lugar de la víctima quejumbrosa que la fábula requería, surgió el duro varón que sabemos, prófugo, desertor, cantor, cuchillero y, para algunos, paladín. Es sabido que Mitre, al recibir un ejemplar de la obra, escribió a su autor: “Hidalgo será siempre su Homero”. La observación es justa, pero no menos justo es recordar que Hernández no se li­mitó a recibir, de un modo mecánico, la tradición que los historiadores de la literatura llaman gau­chesca sino que la renovó y transformó. Su gaucho quiere conmovernos, no divertirnos. 
Nadie podrá desentrañar el cúmulo de circunstancias propicias que depararon a José Hernández la gracia de componer, casi contra su voluntad, una obra maestra. Cuarenta azarosos años lo ha­bían cargado de una experiencia múltiple; maña­nas, amaneceres perdidos, noches de la llanura, caras y entonaciones de gauchos muertos, memo­rias de caballos y de tormentas, lo entrevisto, lo soñado y lo ya olvidado, estaban en él y fueron moviendo su pluma. Así nació aquel libro que ni los contemporáneos ni Hernández penetraron del todo y que seria enriquecido, después, por las vigi­lias de Lugones y de Ezequiel Martínez Estrada.
La edición que prologo es facsimilar; hay un curioso agrado en redescubrir, casi al cabo de un siglo, las mismas estructuras tipográficas y las mis­mas formas de letras que José Hernández percibió en aquel Buenos Aires al que volvieron, no sin polvo y sin gloria, los largos regimientos rojos y azules que habían combatido en el Paraguay." Jorge Luis Borges
 
El prólogo se reprodujo en hoja aparte para no desfigurar en nada los originales de donde fueron ejecutados estos facsímiles. 
El pie editorial dice : "La Editorial agradece a Jorge Luis Borges, Director de la Biblioteca Nacional, su pró­logo y el haber facilitado el ejemplar de la Primera Edición del GAUCHO MARTIN FIERRO, para la ejecución facsimilar. La obra fue editada con el apoyo económico del Fondo Nacional de las Artes. Edición compuesta por diez mil ejemplares impresos en los talleres de la editorial en el mes de noviembre de 1962. Ediciones Centurión, Dorrego 1747 -Bs. As.”
Y continúa la nota editorial:

"NOTA DEL EDITOR. El anticuario Don Román F. Pardo, valúa el ejemplar de la primera edición de El gaucho Martín Fierro, en ciento cincuenta mil pesos, destacando que actualmente no existe en el mer­cado, y sólo se conocen doce ejemplares que están en diferentes bibliotecas públicas y particulares."
UN PRÓLOGO DE HERNÁNDEZ
“CUATRO PALABRAS DE CONVERSACIÓN CON LOS LECTORES

Entregué la benevolencia pública; con el título LA VUELTA DE MARTIN FIERRO, la segunda parte de una obra que ha tenido una acogida tan generosa, que en seis años se han repetido once edicio­nes con un total de cuarenta y ocho mil ejemplares. Esto no es vanidad de autor, porque no rindo tributo á esa falsa diosa; ni bombo de Editor, porque no lo he sido nunca de mis hu­mildes producciones. Es un recuerdo oportuno y necesario, para explicar porque el pri­mer tiraje del presente libro consta de 20 mil ejemplares, divididos, en cinco secciones ó ediciones de 4 mil números cada una y agre­garé; que confío en que el acreditado Establecimiento Tipográfico del Sr. Goñi, hará una impresión esmerada, como la tienen todos los libros que salen de sus talleres. Lleva también diez ilustraciones incorporadas en el testo, y creo que en los dominios de la literatura es la primera vez que una obra sale de las prensas nacionales con esta mejora.

Así se empieza. 
Las láminas han sido, dibujadas y calcadas en la piedra por D. Carlos Clérice, artista compatriota qué llegará á ser notable en su ramo, porque es joven, tiene escuela, sentimiento artístico, y amor al trabajo. 
El grabado ha sido ejecutado por el Sr. Supot, que posee el arte, nuevo y poco generalizado todavía entré nosotros, de fijar en lámi­nas metálicas lo que la habilidad del litógrafo ha calcado en la pie­dra, creando o imaginando posiciones que interpreten con claridad y sentimiento la escena descrita en el verso. No se ha omitido, pues, ningún sacrificio a fin de hacer una publi­cación en las mas aventajadas condiciones artísticas. 
En cuanto á su parte literaria, solo diré; que no se debe perder de vista al juzgar los defectos del libro, que es copia fiel de un original, si los tiene, y repetiré, que muchos defectos están allí con el objeto hacer mas evidente y clara la imitación de los que lo son en realidad. 
Un libro destinado á despertar la inteligencia y el amor a la lectura en una población casi primitiva, a servir de provechoso recreo, des­pués de las fatigosas tareas, a millares de personas que jamás han leído, debe ajustarse estrictamente  a los usos y costumbres de esos mismos lectores, rendir sus ideas e interpretar sus sentimientos, en su mismo lenguaje, en sus frases más usuales, en su forma más general, aunque sea incorrecta; con sus imágenes de mayor relieve y con sus giros más característicos, a fin de que el libro se identifique con ellos de una manera tan estrecha e íntima, que su lectura no sea sino una continuación natural de  su existencia …”
 
 Biblioteca Popular Pedro Goyena
Investigación Cristina Secco
Compilación y bibliografía Chalo Agnelli






























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