[…] aunque el libro electrónico, el e-book, se imponga al libro impreso, no podrá echarlo de nuestras casas y de nuestras costumbres por ninguna razón. El libro electrónico, en definitiva, n0 matará al libro. Más o menos como Gutenberg y su genial invención no eliminaron de un día para otro el uso del codex, ni este el comercio de los rollos de papiro o de los volumina. Las prácticas y las costumbres coexisten y no hay nada que nos guste más que ampliar el abanico de nuestras posibilidades. ¿Acaso las películas han matado a los cuadros? ¿O la televisión al cine? ¡Bienvenidos sean, pues, los soportes y los periféricos que nos aseguran el acceso, a través de una simple pantalla, a la biblioteca universal ya digitalizada!
La cuestión, más bien, es saber los cambios que la lectura en pantalla provocará en ese objeto que hasta hoy hemos conocido únicamente pasando sus páginas. ¿Qué ganaremos con esos nuevos libritos blancos? ¿Qué perderemos? Costumbres anticuadas, quizá; una aureola de sacralidad de la que goza el libro en el contexto de una cultura que lo ha situado en el altar; una intimidad especial entre el autor y su lector, que la noción de hipertextualidad ciertamente pondrá en crisis; la idea de “broche” que el libro simboliza y, por supuesto, también determinadas prácticas de lectura. “Al romper el antiguo vínculo entre los discursos y su materialidad - declaraba Roger Chartier con ocasión de su lección inaugural en el Collége de France -, la revolución digital obliga a una revisión radical de los gestos y de las nociones que relacionamos con el texto escrito.” Nos obligará, probablemente, a profundas transformaciones de las que nos recobraremos.
“NADIE ACABARÁ CON LOS
LIBROS”
Umberto Eco y Jean-Claude Carriere
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