Este artículo especial para "La Prensa" se publicó en la Sección Ilustrada del domingo 16 de julio de 1972, otro de los rotograbados que venimos reproduciendo en EL QUILMERO para recuperar y reponer la memoria, en este caso de tres figuras preclaras de la historia y la cultura quilmeño: la primera, una personalidad empeñosa que, como José Antonio Wilde agregó a su profesión médica la convicción que la mejor lectura era una fuerza transformadora; la segunda, de quien podemos reconocer al máximo escritor pampeano y la tercera, la letra y la potencia del autor de esta nota, un educador, ciudadano ilustre que tanto dio a Quilmes, a nuestra historia, a nuestra tradición centenaria, a nuestras artes y nuestra literatura.
Dr. Fernando I. Pozzo
Por Juan Carlos
Lombán [1]
Sabido
es que Guillermo Enrique Hudson comenzó a ser conocido durante los últimos
años del siglo anterior y llegó a gustar el halago de ser considerado por no pocos
estudiosos - ya en nuestra centuria (siglo XX) - como uno de los más grandes
escritores de su tiempo. Eso, allá en Inglaterra. Aquí la cosa era del todo
diferente, desde que todavía al finalizar el primer cuarto del siglo había poquísimos
iniciados. Carlos Alberto Leumann [2] recuerda
que ante los elogios que en 1924, Rabindranath Tagore [3] dedicó
a Hudson, consultó con intelectuales conocidos, y escribe: “lo ignoraban
todos”.
Pienso
que el verdadero “descubridor” de
Hudson entre nosotros fue Fernando Pozzo, desde que un descubrimiento no consiste en el mero hallazgo de algo, sino en
descorrer el velo que lo cubre, hacerlo patente y manifiesto. No es simplemente
conocer, sino dar a conocer. No atesorar para uno, sino brindar a los otros.
Todo verdadero descubrimiento implica difusión y, por sobre todas las cosas, una
actitud de generosidad, de desprendimiento, de querer compartir el hallazgo con
los demás. Y así como el navegante presuntamente genovés debe seguir siendo
considerado como el descubridor de América a despecho del anterior arribo de vikingos,
así el médico quilmeño - también él descendiente de genoveses - es el que hizo
posible que el pueblo argentino pudiera conocer la vida y la obra de Hudson.
Si en estos dominios pudiera hablarse de un acto de descubrimiento, yo no
dudaría en afirmar que él aconteció aquel domingo de noviembre, en 1929,
cuando Fernando Pozzo arribó a destino después de un largo peregrinaje de, dos
años por campos del antiguo partido de Quilmes que hoy pertenecen al de
Florencio Varela, y “descubrió” el humilde rancho donde sigue morando el espíritu del que amó más a los pájaros que a los
hombres, porque prefirió
identificarse con las víctimas y no con los victimarios. Ese hecho marca a
mi juicio un hito fundamental en la historia argentina, aún insuficientemente
justipreciado. Sólo entonces se inició el período de difusión que determina todo verdadero descubrimiento y que tuvo en Pozzo a su adalid más esforzado y consecuente, al extremo de haber merecido con toda justicia que don Roberto Cunninghame Graham[4] fuera como “el más grande amanta y profeta de Hudson en el Nuevo Mundo”.
justipreciado. Sólo entonces se inició el período de difusión que determina todo verdadero descubrimiento y que tuvo en Pozzo a su adalid más esforzado y consecuente, al extremo de haber merecido con toda justicia que don Roberto Cunninghame Graham[4] fuera como “el más grande amanta y profeta de Hudson en el Nuevo Mundo”.
DE LOS JUEGOS INFANTILES DE SANTA FE AL
GOBIERNO DE QUILMES
Fernando Isidoro Pozzo era el mayor de los tres hijos de Juan Pozzo, porteño, descendiente de genoveses, y Dominga Balugera, nacida en Paraná, cuyos antepasados llegaron con Garay. Nació el 2 de enero de 1887 en si hogar paranaense de los abuelos, pero su niñez y adolescencia trascurrieron en la casa paterna de Santa Fe, donde cursó sus estudios primarios y secundarios hasta completar el bachillerato.
Fernando Isidoro Pozzo era el mayor de los tres hijos de Juan Pozzo, porteño, descendiente de genoveses, y Dominga Balugera, nacida en Paraná, cuyos antepasados llegaron con Garay. Nació el 2 de enero de 1887 en si hogar paranaense de los abuelos, pero su niñez y adolescencia trascurrieron en la casa paterna de Santa Fe, donde cursó sus estudios primarios y secundarios hasta completar el bachillerato.
Trasladose
a Buenos Aires en 1904 para estudiar medicina y se instaló en la casa de su
primo hermano Manuel Gálvez, con el
que compartió aquella bohemia que el novelista refleja en “El mal metafísico”, la que resintió sus estudios hasta que la radicación
de su familia en Buenos Aires determinó su reencauzamiento y su graduación en
1913. Comenzó a ejercer la medicina en el entonces pequeño pueblo
de Bernal, dedicado a la pediatría, y casó en 1917
con doña Celia Rodríguez - biznieta de Martín Rodríguez - que fue su
comprensiva compañera e inteligente colaboradora.
En 1922 se radicó en Quilmes, donde llegó a ser considerado un hijo de la ciudad, y uno de los más beneméritos. Además da su apostolado en el consultorio, actuó como médico del Colegio San Jorge y de establecimientos fabriles; fue jefe de la sala de niños del hospital de Quilmes y escribió numerosas comunicaciones para publicaciones médicas.
En 1940 fue designado comisionado en Quilmes y en el breve lapso de su gestión, desde mediados de ese año hasta promediar el siguiente, desplegó una intensa actividad, singularmente trascendente en aspectos culturales. Creó una de las Comisiones Municipales de Cultura de más fecunda actuación en Quilmes,
designó la comisión pro monumento al general San Martín, el que se erigió más tarde en la plaza principal de la ciudad, y promovió las investigaciones del rico pasado quilmeño, creando la Junta de Estudios Históricos de Quilmes. La notable labor de ésta posibilitó, entre otras cosas, la fundación del Museo Quilmes de Antaño, que más tarde pasó al patrimonio de la provincia y que es el actual Museo Almirante Brown de Bernal.
Finalizada su actuación pública, volvió al ejercicio de la medicina, a las investigaciones sobre Hudson, que había iniciado tres lustros antes, y a sus libros, de los que fue un entusiasta lector. Su conocimiento de autores ingleses lo llevó a procurar difundir sus obras, su idioma y su cultura, para lo cual fundó en 1944, con el apoyo de Sir Eugen Millington Drake, [5] el Instituto Argentino de Cultura Británica de Quilmes. Importante institución de la que fue su primer presidente y animador hasta su muerte.
Pozzo comenzó a leo a Hudson en 1927 - en primer término “El cuento de un overo”- , y fue tal su deslumbramiento, que cuando en “Allá lejos y hace tiempo” dio con la descripción de “Los Veinticinco Ombúes”, se propuso localizarlo, cosa que logró al cabo de dos años de búsqueda. Más tarde, con la colaboración de su esposa completó la traducción de “Allá lejos y hace tiempo” en tres años de labor, y después de que la Municipalidad de Quilmes lo apoyara para la adquisición de los derechos de traducción, la obra se publicó en 1938. Un año después se organizó en el Banco Municipal de Buenos Aires una exposición de un busto de Hudson por Santiago Parodi y veintisiete óleos de distintos aspectos del rancho de “Los Veinticinco Ombúes”, de Antonio Parodi con una conferencia de Pozzo, todo lo cual se repitió en la Municipalidad de Quilmes, con el auspicio del Círculo de Periodistas de la ciudad.
En 1922 se radicó en Quilmes, donde llegó a ser considerado un hijo de la ciudad, y uno de los más beneméritos. Además da su apostolado en el consultorio, actuó como médico del Colegio San Jorge y de establecimientos fabriles; fue jefe de la sala de niños del hospital de Quilmes y escribió numerosas comunicaciones para publicaciones médicas.
En 1940 fue designado comisionado en Quilmes y en el breve lapso de su gestión, desde mediados de ese año hasta promediar el siguiente, desplegó una intensa actividad, singularmente trascendente en aspectos culturales. Creó una de las Comisiones Municipales de Cultura de más fecunda actuación en Quilmes,
designó la comisión pro monumento al general San Martín, el que se erigió más tarde en la plaza principal de la ciudad, y promovió las investigaciones del rico pasado quilmeño, creando la Junta de Estudios Históricos de Quilmes. La notable labor de ésta posibilitó, entre otras cosas, la fundación del Museo Quilmes de Antaño, que más tarde pasó al patrimonio de la provincia y que es el actual Museo Almirante Brown de Bernal.
Finalizada su actuación pública, volvió al ejercicio de la medicina, a las investigaciones sobre Hudson, que había iniciado tres lustros antes, y a sus libros, de los que fue un entusiasta lector. Su conocimiento de autores ingleses lo llevó a procurar difundir sus obras, su idioma y su cultura, para lo cual fundó en 1944, con el apoyo de Sir Eugen Millington Drake, [5] el Instituto Argentino de Cultura Británica de Quilmes. Importante institución de la que fue su primer presidente y animador hasta su muerte.
Pozzo comenzó a leo a Hudson en 1927 - en primer término “El cuento de un overo”- , y fue tal su deslumbramiento, que cuando en “Allá lejos y hace tiempo” dio con la descripción de “Los Veinticinco Ombúes”, se propuso localizarlo, cosa que logró al cabo de dos años de búsqueda. Más tarde, con la colaboración de su esposa completó la traducción de “Allá lejos y hace tiempo” en tres años de labor, y después de que la Municipalidad de Quilmes lo apoyara para la adquisición de los derechos de traducción, la obra se publicó en 1938. Un año después se organizó en el Banco Municipal de Buenos Aires una exposición de un busto de Hudson por Santiago Parodi y veintisiete óleos de distintos aspectos del rancho de “Los Veinticinco Ombúes”, de Antonio Parodi con una conferencia de Pozzo, todo lo cual se repitió en la Municipalidad de Quilmes, con el auspicio del Círculo de Periodistas de la ciudad.
Una
de las consecuencias de esa exposición fue el establecimiento
de una comisión encabezada por Pozzo para adquirir el busto mencionado y emplazarlo en un lugar público. Así surgió el primer monumento a Hudson erigido en el país, que es el que se encuentra en la plaza Falcón (hoy del Bicentenario) de Quilmes inaugurado el 14 de diciembre de 1940.
El año del centenario del nacimiento de Hudson fue extraordinariamente fructífero, ya que Pozzo supo aunar voluntades para que integraran sus aportes a la causa hudsoniana talentos como Victoria Ocampo, Borges, Martínez Estrada, Luis Franco, Jorge Casares, Doillo Jurado, González Lanuza, Patrick Dudgeon, Luis Perlotti. Antonio y Santiago Parodi, Antonio Zamora, Guillermo de Torre, Walter Owen y otras personalidades de relieve. Concretáronse conferencias, publicaciones, exposiciones y ceremonias con la imposición del nombre de Hudson a una estación ferroviaria, escuelas y calles. La Comisión de Homenaje a Hudson en su centenario quedó integrada en junio de 1941 - con una subcomisión que actuó eficazmente en Quilmes - y el 4 de agosto se labró un acta por la cual quedó constituida la Asociación Amigos de Hudson, presidida
por Pozzo, a la que tanto le debemos y de la que es heredera y continuadora la actual Asociación Amigos del Museo y Parque Evocativo G. E. Hudson.
de una comisión encabezada por Pozzo para adquirir el busto mencionado y emplazarlo en un lugar público. Así surgió el primer monumento a Hudson erigido en el país, que es el que se encuentra en la plaza Falcón (hoy del Bicentenario) de Quilmes inaugurado el 14 de diciembre de 1940.
El año del centenario del nacimiento de Hudson fue extraordinariamente fructífero, ya que Pozzo supo aunar voluntades para que integraran sus aportes a la causa hudsoniana talentos como Victoria Ocampo, Borges, Martínez Estrada, Luis Franco, Jorge Casares, Doillo Jurado, González Lanuza, Patrick Dudgeon, Luis Perlotti. Antonio y Santiago Parodi, Antonio Zamora, Guillermo de Torre, Walter Owen y otras personalidades de relieve. Concretáronse conferencias, publicaciones, exposiciones y ceremonias con la imposición del nombre de Hudson a una estación ferroviaria, escuelas y calles. La Comisión de Homenaje a Hudson en su centenario quedó integrada en junio de 1941 - con una subcomisión que actuó eficazmente en Quilmes - y el 4 de agosto se labró un acta por la cual quedó constituida la Asociación Amigos de Hudson, presidida
por Pozzo, a la que tanto le debemos y de la que es heredera y continuadora la actual Asociación Amigos del Museo y Parque Evocativo G. E. Hudson.
Pozzo
y su esposa nos han legado las versiones completas del mencionado “Allá lejos y hace tiempo”, “Una cierva en
el parque de Richmond” y el poema “El
gorrión de Londres”, este en colaboración con Patrick Dudgeon y E. González
Lanuza, además de fragmentos de “El ombú
y otros relatos rioplatenses” y “El
naturalista en el Plata”. En cuanto a sus trabajos originales, pienso que
el lector actual sólo podría tener acceso a los prólogos de sus versiones de
“Allá lejos y hace tiempo” y “Una cierva
en el parque de Richmond”; el folleto “Semblanza
de Hudson”, editado por el Instituto de Conferencias del Banco Municipal en
1940 y el trabajo que encabeza el valiosísimo volumen publicado por su iniciativa
en 1941, con el siguiente título: “Antología
de Guillermo Enrique Hudson, con estudios críticos sobre su vida y su
obra".
NUESTRA DEUDA CON POZZO
Pozzo murió el 25 de febrero de 1950 y sus restos descansan en el cementerio de Quilmes junto a los de su esposa. Lo último que logró en vida fue que los propietarios del solar natal de Hudson lo donaran a la provincia de Buenos Aires, la que lo aceptó al finalizar 1949, pocos días antes de su muerte. Seguramente partió con la visión certera de lo que es hoy Los Veinticinco Ombúes, un museo y parque evocativo donde renovadas generaciones podemos encontrarnos con el espíritu de Hudson y con todo lo que él significa, que es como reencontrarnos con lo mejor de nosotros mismos.
Si tuviera que ensayar una crítica a la obra de Pozzo, yo no dudaría en señalar que es en sus traducciones donde podemos encontrar el aspecto más susceptible de ser perfeccionado. Urgido por llenar un vacío lamentable, consagrose a dejar establecida una tradición hudsoniana en el menor tiempo posible para compensar el sensible retraso en si que nos encontrábamos, contra viento y marea, haciéndolo todo casi de la nada. Él, como pocos en la Argentina, aplicó con energía el programa sarmientino de hacer las cosas, hacerlas mal pero hacerlas. Mérito nada desdeñable en este país nuestro de perfeccionistas estériles, la mayoría de cuyos hijos nos pasamos la vida analizando la mejor manera de hacer algo sin concretar nada y, lo que es más grava, sin permitir que los que quieren construir puedan hacerlo sin trabas.
Y es aquí, en sus errores, donde a mi juicio se puede valorar mejor el legado de Pozzo y, en consecuencia, justipreciar nuestra deuda, desde que advertimos que es fecundo y constructivo aun en sus aspectos menos felices. Porque conviene preguntarse: ¿cuánto tiempo más se hubiera demorado nuestra aprehensión del tesoro hudsoniano sin esa versión de “Allá lejos y hace tiempo” un tanto dura de sintaxis no siempre correcta? ¿Hubieran sido posibles todas las buenas traducciones de obras de Hudson que ahora poseemos? El peor Pozzo ha sido más fecundo para la causa hudsoniana que lo que podríamos serlo en conjunto quienes intentamos criticarlo. Y ello dicho sin ánimo de desalentar la crítica - que más que necesaria es indispensable - sino con el propósito de expresar mi convicción de que cuanto más se analicen los posibles defectos de la obra de Pozzo, mejor va a quedar demostrada su fecundidad para la cultura nacional.
La inveterada ingratitud de los argentinos hacia nuestros compatriotas más beneméritos se ve ratificada con Pozzo, desde que a más de dos décadas de su muerte, no hay calle, plaza ni escuela que lleve su nombre, ni siquiera en Quilmes, donde tanto bien hizo. Empero, creo que si ese tipo de reconocimiento es indispensable, no resultaría suficiente, ya que sería necesario complementarlo con algo de mayores consecuencias para nuestra cultura, más identificado con el espíritu realizador del médico quilmeño. Acaso nada sería más significativo y adecuado que las autoridades competentes llenaran un vacío lamentable y concretaran de una vez por todas las tantas veces postergada edición oficial de las obras completas de Hudson en nuestro idioma. [6]
Pozzo murió el 25 de febrero de 1950 y sus restos descansan en el cementerio de Quilmes junto a los de su esposa. Lo último que logró en vida fue que los propietarios del solar natal de Hudson lo donaran a la provincia de Buenos Aires, la que lo aceptó al finalizar 1949, pocos días antes de su muerte. Seguramente partió con la visión certera de lo que es hoy Los Veinticinco Ombúes, un museo y parque evocativo donde renovadas generaciones podemos encontrarnos con el espíritu de Hudson y con todo lo que él significa, que es como reencontrarnos con lo mejor de nosotros mismos.
Si tuviera que ensayar una crítica a la obra de Pozzo, yo no dudaría en señalar que es en sus traducciones donde podemos encontrar el aspecto más susceptible de ser perfeccionado. Urgido por llenar un vacío lamentable, consagrose a dejar establecida una tradición hudsoniana en el menor tiempo posible para compensar el sensible retraso en si que nos encontrábamos, contra viento y marea, haciéndolo todo casi de la nada. Él, como pocos en la Argentina, aplicó con energía el programa sarmientino de hacer las cosas, hacerlas mal pero hacerlas. Mérito nada desdeñable en este país nuestro de perfeccionistas estériles, la mayoría de cuyos hijos nos pasamos la vida analizando la mejor manera de hacer algo sin concretar nada y, lo que es más grava, sin permitir que los que quieren construir puedan hacerlo sin trabas.
Y es aquí, en sus errores, donde a mi juicio se puede valorar mejor el legado de Pozzo y, en consecuencia, justipreciar nuestra deuda, desde que advertimos que es fecundo y constructivo aun en sus aspectos menos felices. Porque conviene preguntarse: ¿cuánto tiempo más se hubiera demorado nuestra aprehensión del tesoro hudsoniano sin esa versión de “Allá lejos y hace tiempo” un tanto dura de sintaxis no siempre correcta? ¿Hubieran sido posibles todas las buenas traducciones de obras de Hudson que ahora poseemos? El peor Pozzo ha sido más fecundo para la causa hudsoniana que lo que podríamos serlo en conjunto quienes intentamos criticarlo. Y ello dicho sin ánimo de desalentar la crítica - que más que necesaria es indispensable - sino con el propósito de expresar mi convicción de que cuanto más se analicen los posibles defectos de la obra de Pozzo, mejor va a quedar demostrada su fecundidad para la cultura nacional.
La inveterada ingratitud de los argentinos hacia nuestros compatriotas más beneméritos se ve ratificada con Pozzo, desde que a más de dos décadas de su muerte, no hay calle, plaza ni escuela que lleve su nombre, ni siquiera en Quilmes, donde tanto bien hizo. Empero, creo que si ese tipo de reconocimiento es indispensable, no resultaría suficiente, ya que sería necesario complementarlo con algo de mayores consecuencias para nuestra cultura, más identificado con el espíritu realizador del médico quilmeño. Acaso nada sería más significativo y adecuado que las autoridades competentes llenaran un vacío lamentable y concretaran de una vez por todas las tantas veces postergada edición oficial de las obras completas de Hudson en nuestro idioma. [6]
Prof. Juan Carlos Lombán, conferencia en la Biblioteca P. P. Goyena, 1972
Compilación y Bibliografía
Chalo Agnelli
Bibliógrafa Cristina Secco
Colaboración Ítalo Nonna
Bibliógrafa Cristina Secco
Colaboración Ítalo Nonna
VER:
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/12/guillermo-enrique-hudson-y-aqui-cerca-y.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/11/las-huellas-de-guillermo-enrique-hudson.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/11/buscando-hudson-entre-los-pajaros-de.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/10/antologia-de-hudson-con-estudios.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/07/guillermo-enrique-hudson-hijo-dilecto.html
http://elquilmero.blogspot.com.ar/2013/07/recuperando-guillermo-enrique-hudson.html
http://elquilmero.blogspot.com.ar/2012/08/guillermo-enrique-hudson-171-anos-de-su.html
http://elquilmero.blogspot.com.ar/2012/08/el-museo-historico-provincial-guillermo.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/12/guillermo-enrique-hudson-y-aqui-cerca-y.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/11/las-huellas-de-guillermo-enrique-hudson.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/11/buscando-hudson-entre-los-pajaros-de.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/10/antologia-de-hudson-con-estudios.html
http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/07/guillermo-enrique-hudson-hijo-dilecto.html
http://elquilmero.blogspot.com.ar/2013/07/recuperando-guillermo-enrique-hudson.html
http://elquilmero.blogspot.com.ar/2012/08/guillermo-enrique-hudson-171-anos-de-su.html
http://elquilmero.blogspot.com.ar/2012/08/el-museo-historico-provincial-guillermo.html
NOTAS
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